El Santo Rosario: Misterios Gloriosos (Se rezan los Miércoles y Domingos)

31 Dic

Hoy contemplaremos los misterios gloriosos. La contemplación del rostro de Cristo no puede reducirse a su imagen de crucificado. ¡Él es el Resucitado! El Rosario ha expresado siempre esta convicción de fe, invitando al creyente a superar la oscuridad de la Pasión para fijarse en la gloria de Cristo, en su Resurrección y en su Ascensión. Contemplando al Resucitado, el cristiano descubre de nuevo las razones de la propia fe y revive el gozo de María, quien experimentó de modo intenso la nueva vida del Hijo glorificado («El Rosario de la Virgen María», N° 23).

TERCER MISTERIO GLORIOSO

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La Venida del Espíritu Santo sobre la Virgen María y los Apóstoles

Pasaje del Evangelio (Hech. 2, 1-4): Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse”.

Un Padre Nuestro, diez Ave María, un Gloria

Meditación: Creemos en Dios y en su Hijo Jesús, pero nos pasa a veces que sentimos miedo o vergüenza de mostrarnos como cristianos. Que el Espíritu de fortaleza y de verdad nos impulse a ser verdaderos apóstoles, cerca de aquellos que nos rodean y nos necesitan.

Oración: Dios nuestro, que por el misterio de Pentecostés santificas a tu Iglesia en todo pueblo y nación, derrama los dones del Espíritu Santo por toda la extensión de la tierra, y aquellas maravillas que obraste en los comienzos de la predicación evangélica continúa realizándolas ahora en los corazones de tus fieles. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

CUARTO MISTERIO GLORIOSO

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La Asunción de Nuestra Señora a los Cielos.

Pasaje del Evangelio (Lc. 1, 46-52):«María dijo entonces: «Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes«.

Un Padre Nuestro, diez Ave María, un Gloria

Meditación: María es figura de esa Iglesia nueva, gloriosa. Pero, sobre todo, es para nosotros un modelo admirable. Ella no se enorgullece de ser la Madre de Dios. Ella cría a su Hijo lo mejor que puede, acepta las pruebas con valentía, guarda la fe y la esperanza, cuenta con el amor de Dios. Pidámosle a ella que nos contagie de su fe y su coraje.

Oración: Dios todopoderoso y eterno, que has elevado en cuerpo y alma a los cielos a la Inmaculada Virgen María, madre de tu Hijo, haz que nosotros ya desde este mundo, tengamos todo nuestro ser totalmente orientado hacia el cielo, para que podamos llegar a participar de su misma gloria. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

QUINTO MISTERIO GLORIOSO

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La Consagración de todos los Santos.

Pasaje del Evangelio (Apoc. 12, 1-2): «Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza. Estaba embarazada y gritaba de dolor porque iba a dar a luz».

Un Padre Nuestro, diez Ave María, un Gloria

Meditación: Este texto del Apocalipsis lo sentimos muy entrañablemente en esta mañana, acompañando a Nuestra Madre del Rosario. Ella es la Elegida de Dios y la que hace nacer en nuestros corazones una especial devoción. Ella nos invita a vivir como verdaderos cristianos. Sin su Hijo nada bueno podemos conseguir. Puesto que Él nos confió a su Madre, pongámonos entre sus manos. Ella es en todo nuestro modelo, y no desea otra cosa que hacer de nosotros verdaderos hijos de Dios.

Oración: Señor, Dios nuestro, que nos has dado como madre y como Reina a la Madre de tu Hijo, concédenos que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria que tienes preparada a tus hijos en el reino de los cielos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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